Por Ana María Díaz-Marcos (Universidad de Connecticut)
Gloria Barbazán nació en Nueva York, pero pasó toda su infancia en Madrid y nunca perdió su acento castizo. Era hija de la madrileña Juana Sandoval y de Ceferino Barbazán, un empresario vigués dedicado a la importación y exportación de frutas, además de presidente y accionista mayoritario del periódico antifascista La voz de Nueva York (1937-1939). A sus casi cien años seguía teniendo una memoria prodigiosa y recuerdos muy precisos del estallido de la Guerra Civil y de su salida de España por Valencia y Barcelona para instalarse de forma permanente en Nueva York con sus padres. Llegó a la gran manzana sin saber una palabra de inglés y tuvo que aprenderlo a marchas forzadas en el instituto Mother Cabrini.
Barbazán fue testigo de excepción del empeño antifascista de la comunidad de hispanxs y latinxs que eran lectores y simpatizantes de La voz. Numerosas figuras del arte, la cultura y la política visitaban con frecuencia la redacción y ella refería con especial cariño las de los miembros de la Brigada Lincoln y la de Walt Disney, que le había dedicado unos dibujos de Mickey Mouse. Su adolescencia estuvo marcada también por dificultades y retos: a su padre se le incautaron los bienes en España y la empresa periodística le llevó a la bancarrota, hasta el punto de que en las Navidades de 1939 fueron desahuciados y Ceferino tuvo que comprarle unos patines a crédito.
Desde muy joven trabajó largas jornadas en el negocio familiar, The Spanish-American Importation Company of NY, que consiguieron reflotar después de la guerra. Esforzada, autodidacta e incansable, trabajó durante más de seis décadas en Nueva York, primero en el negocio de frutas con su padre y luego como propietaria de dos empresas: Marglo Products en el mercado Gansevoort (dedicado a las exportaciones de fruta) y House of Spain (en la esquina de Madison con la 83) que vendía muebles y artículos para el hogar. Todo el inventario era producto español–los muebles se traían de Sonseca (Toledo)- y la tienda llegó a ser reseñada en el New York Times y en la revista Life. Al igual que su padre, fue miembro de la Cámara de Comercio Española en Nueva York.
Enamorada de todo lo español, fue una empresaria pionera dedicada a la promoción de esos productos en Estados Unidos. Fue también una mujer moderna e independiente que prefería viajar en barco para poder conducir por España su propio coche, cruzando los Pirineos por carreteras imposibles. Tuve el privilegio de entrevistar a Gloria Barbazán dos veces y en ambas ocasiones compartió conmigo un tesoro de recuerdos y experiencias de esos años en “Little Spain”: los piquetes pro-republicanos ante la tienda de ultramarinos Casa Moneo en la calle 14, las visitas al emblemático restaurante español El chico cuando venían amigos de España, la inclusión del “Melón Gloria” en el menú del hotel Ritz Carlton donde su padre había sido contralor, la emoción de aprender a montar a caballo durante un veraneo en los Catskills o un banquete presidido por ella en nombre de su padre en Pobla del Duc (Valencia), como tributo a los vecinos que trabajaban en la cosecha del melón. Todavía en su vejez confesaba preguntarse a veces qué hubiera sido de su vida si hubiera aceptado la oferta del amigo de infancia de su padre, Cesáreo González, productor de cine que le ofreció abrirle puertas para trabajar como actriz y hacer de ella una estrella. Sin lugar a dudas su vida fue un alarde de laboriosidad, genio y figura. Gloria Barbazán falleció el pasado mes de mayo en su residencia de Nueva York, acompañada siempre por su hija Raquel. RIP.
Ana María Díaz-Marcos es catedrática de Literatura Española en el Departamento de Literaturas, Culturas y Lenguas de la Universidad de Connecticut. Sus campos de trabajo son la literatura, el teatro, el feminismo histórico y los estudios de género. Su último trabajo sobre Margarita Nelken, publicado en la revista Feminismos de la Universidad de Alicante, está disponible en el enlace:
https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/111723/1/Feminismos_37_10.pdf